P. En Génesis 9:6 leemos que Dios dijo a Noé: «El que
derrame sangre de hombre por el hombre su sangre será
derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre.»
En cambio, Caín derramó la sangre de su hermano, y
cuando espantado de que alguien vengaría al inocente y pacífico
Abel dijo: «Cualquiera que me encuentre me matará»,
Dios le respondió que el que le matare a él, sería castigado
siete veces, y puso señal en Caín para que no le matase
cualquiera que le hallare. ¿No hay aquí una contradicción
y una injusticia?
R. Ya hemos indicado en el artículo anterior que los
padres de la Iglesia se imaginaban la misma señal como un
castigo para Caín, y bien puede ser así, pues ninguna otra
marca podía ahuyentar de él los posibles agresores o vengadores
de su hermano, si no fuera algo que causara terror
de por sí.
Los judíos tienen una tradición de que Caín murió asesinado
por Lamec, basando esta idea en los versículos 23
y 24 del propio capítulo 4 del Génesis. Pero esta hipótesis
no es aceptable porque en este pasaje se dice claramente
que Lamec mató a un joven y en el tiempo aquel, Caín
debía ser ya un anciano. Pero, ¿por qué Lamec cita este
pasaje de Caín y la promesa que Dios le hizo para afirmar
que quien se atreviera a atacarle a él, sería vengado, no siete,
sino setenta veces?
El doctor J. E. Sinynque, citado en el libro The Christian
Armoury, del doctor V. R. Bradlaugh, dice: «Yo creo que
el primer miembro de esta frase es elíptica y el segundo
se refiere a Caín mismo, con lo cual se leería así: "Por tanto
cualquiera que matare a Caín será castigado; él siete
veces", por lo que el castigado con un castigo diferido siete
veces, sería el propio Caín. Esta fue la interpretación de los
padres al atribuir la señal a una figura horripilante
y una enfermedad penosa. Pero ¿por qué siete veces? ¿Qué
significado tiene en tal caso esta expresión?
Juntando la interpretación de los padres con la de los
judíos, podría deducirse que Caín fue castigado con una
vida errante y difícil; pero además que se vería atacado
y herido siete veces hasta que un joven atacante terminó
con su vida. El mismo joven intentaría matar a Lamec,
pero este último lo mató a él. Este hecho provocaría en
Lamec el recuerdo de la historia de Caín.
Lamec habla con vanagloria, más bien que con esperanza,
de que Dios le vengaría a él, un homicida y polígamo,
setenta veces, o sea diez veces más que a Caín. El no esperaba
en la venganza de parte de Dios, sino en su propia
valentía, admirando la de su antecesor, Caín, a quien él habría
vengado, de paso, al matar al mancebo que le mató;
recalcando así, no la venganza de Dios, sino su propia bravura.
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