¿DE QUIEN TUVO TEMOR CAIN?




P. Si Caín y Abel fueron los primeros hijos de Adán
y Eva, ¿de quién tuvo temor Caín al decir cualquiera que
me hallare me matará?


R. Desde el punto de vista de los predicadores evolucionistas
la respuesta es fácil, ya que suponen que Adán
no fue el primer hombre sobre la tierra. Pero nuestra respuesta es
desde el punto de vista bíblico, y, en este caso,
lo mismo que en la pregunta sobre ¿con quién se casó
Caín?, la respuesta es el versículo 5 de este capítulo que
dice que Adán tuvo hijos e hijas. Sabemos que habían pasado
130 años desde la creación de Adán, comparando Génesis
4:20 con este pasaje. Si Adán cumplió desde el primer
año de su vida la orden divina de «creced y multiplicaos
», pudo haber tenido muchos hijos y nietos en más de
un siglo. Según este texto, Abel y Caín no fueron los únicos
hijos de la primera pareja, como se piensa comúnmente.
La pregunta es, pues: ¿Por qué tenemos la historia de estos
dos hijos de Adán con tanto detalle, y no aparecen sino
por referencia todos los demás?

Ya lo hemos indicado al hablar del Sacrificio Redentor,
del que probablemente Dios enteró a Adán con más extensión
de lo que parece. Caín y Abel son tipos representativos
del hombre que obedece a Dios y del que trata de hacer las
cosas a su manera, y por eso tenemos la historia del primer
asesinato en el mundo, como un aleccionador ejemplo.
En aquel primer siglo es seguro que todos los hijos de Adán
se consideraban hermanos y no había habido ningún atentado
terrorista. Caín fue el primero en levantar su mano
contra un hermano, y este mismo hecho histórico es suficiente
para el detalle con que nos es referido.

Hebreos 11:4 nos amplía un poco la visión del carácter
de Abel, como un hombre justo y temeroso de Dios, lo que
hace más propio que su muerte alevosa haya quedado consignada
en las Sagradas Escrituras.

Caín temería, pues, de alguno de sus parientes que se
habían esparcido sobre la tierra, aunque probablemente no
muy lejos de Mesopotamia, y la misma impresión que debía
producirle ver a su hermano inerte, tras haberle herido
le inducía al temor de que a él le pudiera ocurrir lo mismo.

Acerca de la marca que Dios le puso se han hecho muchas
hipótesis. Puesto que los hombres en aquel tiempo
no sabían leer, no podía ser una prohibición escrita; por
esto los exégetas del texto sagrado opinan que la marca
era más bien una señal de una promesa de Dios para la propia
seguridad del delincuente, que un mandato a sus con-
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temporáneos. Del mismo modo que el arco-iris era una señal
de la promesa de Dios para Noé de que no habría otro
diluvio.

Pero, ¿en qué consistía la propia señal?
Los antiguos padres de la Iglesia dicen que la señal
era un continuo temblor en todo su cuerpo, acompañado
de un semblante atroz que daba a conocer la agitación de
su conciencia. En tal caso la misma señal era un castigo
para Caín.

La señal de Caín, fuera lo que fuera, era con todo una
seguridad para el propio malhechor de que la sangre de su
hermano no sería vengada inmediatamente, así Dios concedía
al primer criminal un plazo para un posible arrepentimiento
y perdón mediante el prometido Redentor, simbolizado
por el mandato de sacrificios sangrientos. Esto
sin duda expresa. Muchos exégetas entienden: «El
que lleva el pecado» en esta enigmática expresión. Dios
no podía decirlo claramente a Caín antes de cometer su
crimen para no alentarlo al mismo, pero nos lo da a entender
a nosotros; que aun para el primer homicida habría
habido perdón, como lo ha habido para millares de criminales
que se han arrepentido a través de los siglos y se
han acogido a la muerte redentora de Jesucristo.

Debemos tener en cuenta que en aquellos tiempos los
hombres tendrían absoluta fe en que el Ser misterioso que
había tratado con el patriarca Adán como una teofanía
visible, era poderosísimo y su palabra se cumplía. Pero
una cosa es fe y otra obediencia. Todo el relato muestra
que Caín tenía fe en Dios, pero como la de los demonios;
en cambio, Abel tenía una fe obediente. Por esto, en Hebreos
11, nos es puesto como un ejemplo de fe.

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