Había gigantes en la tierra en aquellos días…Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre. Así relata el libro de Génesis en su capítulo 6, verso 4, dando inicio a una épica bíblica que se ilustra en otros libros de las Escrituras, y que se documenta con hallazgos de personas gigantes a través de los siglos, incluso en estos inicios del siglo XXI.
El Goliat bíblico medía 2 metros 97 centímetros, según los cálculos realizados a partir de los datos suministrados en el libro de Samuel 17:4, y convertirlos a las unidades modernas de medidas de longitud.
OTROS GIGANTES.
Hubo también otros gigantes, llamados los hijos de Anac, según el relato aparecido en Números 13: 33. Asimismo, hubo varias guerras contra los filisteos, en una de las cuales David y sus siervos mataron a cuatro gigantes. De manera que las piedras que David tomara del arroyo, cinco en total, simbolizaban la perspectiva de Dios anunciando que por su mano, por su intermediación, acabaría con cinco gigantes filisteos que mancillaban el nombre de Israel. Ese relato aparece en el segundo libro de Samuel, capítulo 21, versos 18 al 22.
Pero como quiera que estos relatos están recopilados en lo que denominamos las Escrituras, tienen por naturaleza un mensaje paralelo al plano meramente histórico. Un gigante simboliza el poder concentrado en un hombre, un poder especial en la batalla, un mecanismo para amedrentar al enemigo y al más débil. Así parece recogerse, paralelamente, en el caso tratado por el autor del llibro llamado Números, en capítulo 13. En una misión denominada la de los espías hacia la tierra de Canaán, se encomendó la tarea de tomar datos acerca de la tierra prometida a doce personas. De las doce sólo dos regresaron con optimismo, pues los restantes diez alarmaron al pueblo de Israel infligiendo desánimo colectivo. Los diez espías pesimistas se enfocaron en los gigantes que vieron en Canaán, y tomaron la decisión -10 contra 2- mayoritaria, colectiva, de no poder subir contra ese pueblo, pues ese pueblo era más fuerte que los Israelitas. Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura. También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y asíles parecíamos a ellos.
Estos diez espías habían olvidado el socorro del cual habían sido objeto al ser liberados de Egipto; olvidaron rápidamente quién les había ofrecido la tierra. Ya no tenían foco en Jehová, su Dios, sino que se creían simples guerreros y lo que miraron fue mirado solamente desde la perspectiva humana, terrestre y cotidiana.
Hubo también otros gigantes, llamados los hijos de Anac, según el relato aparecido en Números 13: 33. Asimismo, hubo varias guerras contra los filisteos, en una de las cuales David y sus siervos mataron a cuatro gigantes. De manera que las piedras que David tomara del arroyo, cinco en total, simbolizaban la perspectiva de Dios anunciando que por su mano, por su intermediación, acabaría con cinco gigantes filisteos que mancillaban el nombre de Israel. Ese relato aparece en el segundo libro de Samuel, capítulo 21, versos 18 al 22.
Pero como quiera que estos relatos están recopilados en lo que denominamos las Escrituras, tienen por naturaleza un mensaje paralelo al plano meramente histórico. Un gigante simboliza el poder concentrado en un hombre, un poder especial en la batalla, un mecanismo para amedrentar al enemigo y al más débil. Así parece recogerse, paralelamente, en el caso tratado por el autor del llibro llamado Números, en capítulo 13. En una misión denominada la de los espías hacia la tierra de Canaán, se encomendó la tarea de tomar datos acerca de la tierra prometida a doce personas. De las doce sólo dos regresaron con optimismo, pues los restantes diez alarmaron al pueblo de Israel infligiendo desánimo colectivo. Los diez espías pesimistas se enfocaron en los gigantes que vieron en Canaán, y tomaron la decisión -10 contra 2- mayoritaria, colectiva, de no poder subir contra ese pueblo, pues ese pueblo era más fuerte que los Israelitas. Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura. También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y asíles parecíamos a ellos.
Estos diez espías habían olvidado el socorro del cual habían sido objeto al ser liberados de Egipto; olvidaron rápidamente quién les había ofrecido la tierra. Ya no tenían foco en Jehová, su Dios, sino que se creían simples guerreros y lo que miraron fue mirado solamente desde la perspectiva humana, terrestre y cotidiana.
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