LOS POEMAS DE JUAN PABLO DUARTE

-Romance

Era la noche sombría,
de silencio y de calma;
era una noche de oprobio
para la    gente   de   Ozama. 
Noche de mengua y  quebranto
para la Patria adorada.          
El recordarla tan sólo                
el   corazón   apesara.           
Ocho los míseros eran        
que mano aviesa lanzaba,     
en pos  de sus compañeros  
hacia la extranjera playa. 
Ellos que al nombre de Dios,
Patria y Libertad se alzaran;
ellos que al pueblo le dieron    
la Independencia anhelada.
Lanzados fueron del suelo       
por cuya dicha lucharan; 
proscritos, sí, por traidores     
los que de lealtad sobraban. 
Se les miró descender                
a la ribera callada,                     
se les oyó despedirse,                    
y de su voz apagada                   
yo recogí los acentos                    
que por el aire vagaban.

-LA CARTERA DEL PROSCRITO

Cuán triste, largo y cansado,
cuán angustioso camino,
señala el Ente divino
al infeliz desterrado.

Ir por el mundo perdido
a merecer su piedad,
en profunda oscuridad
el horizonte sumido.

Qué triste es verlo pasar
tan apacible y sereno,
y saber que allí en su seno
es la mansión del pesar.

El suelo dejar querido
de nuestra infancia testigo,
sin columbrar a un amigo
de quien decir me despido.

Pues cuando en la tempestad
se ve perder la esperanza,
estréllase en la mudanza
la nave de la amistad.

Y andar, andar errabundo,
sin encontrar del camino
el triste fin que el destino
le depare aquí en el mundo.

Y recordar y gemir
por no mirar a su lado,
algún objeto adorado
a quién ¿te acuerdas? decir.

Llegar a tierra extranjera
sin idea alguna ilusoria,
sin porvenir y sin gloria,
sin penares ni bandera.


Ingrato, Hincha es tu suelo,
Que producir no ha sabido
Sino un traidor fementido.
Que habrá de serle fatal,
Y tú, Prado, que aposentas
Verdugo tan inhumano,
Ay!… que por siniestra mano
Sembrado te veas de sal.

Cantad, alegres sirenas,
Las del Ozama en la orilla,
que ya para él no hay cadenas
ni ya para él hay mancilla.
No os cuidéis de los cantares
que aborta mi fantasía,
ni de los negros pesares
que rasgan el alma mía.
Cantad, sirenas, cantad,
cantad un canto por mí,
que anuncie la Libertad
al suelo donde nací.

Era la noche sombría,
Y silenciosa y de calma;
Era una noche de oprobio
Para la gente de Ozama.
Noche de mengua y quebranto
Para la Patria adorada.
El recordarla tan sólo
El corazón apesara.
Ocho los míseros eran
Que mano aviesa lanzaba,
En pos de sus compañeros
Hacia la extranjera playa.
Ellos que al nombre de Dios
Patria y libertad se alzaran;
Ellos que al pueblo le dieron
La independencia anhelada.
Lanzados fueron del suelo
Por cuya dicha lucharon;
Proscritos, si, por traidores
Los que de lealtad sobraban.
Se les miró descender
A la ribera callada,
Se les oyó despedirse
Y de su voz apagada
Yo recogí los acentos
Que por el aire vagaban.

Mas ni hay Benavente
Ni hay más España:
Su cetro potente
Tórnose de caña
Tan extraña y vana
Cual son los Borbones:
Su timbre un Santana,
Blasón sus traidores.

Soy Templario, me decías un día
Jacinto un tiempo de la Patria amada…
Soy Templario, repetirlo, sí debes
Allá en el cielo tú mirar clavada…
Soy Templario, repetir debemos
Lo que en el pecho el honor sentimos…

Triste es la noche, muy triste
para el pobre marinero
a quien en el Ponto
fiero acosa la tempestad.
Triste es la noche, muy triste
para el infeliz viajero
que en el ignoto sendero
descarnó la oscuridad.
Triste es la noche, muy triste
para el mísero mendigo
que si pan, tal vez, ni abrigo
maldice la sociedad.
Triste es la noche, muy triste
para el bueno y leal patricio
a quien aguarda el suplicio
que le alzó la, iniquidad.
Mientras que del expatriado
no cambia la suerte ruda
y aún la misma muerte cruda
parece que le ha olvidado.
Ve cómo asoma al dintel
de su albergue miserable
desterrando inexorable
la escasa luz que había en él;
Ve como extiende su manto
de tinieblas al entrar
y con ellas aumentar
del alma el hondo quebranto.
Que viene en pos de su huella
todo cuanto fue y existe,
y con su sombra se viste
de color triste que ella.
El corazón en dolor
ve venir la noche yerta
la adusta frente cubierta
de insomnio, angustia y rigor.

-Suplicas

Si amorosos me vieran tus ojos
acabarían mis penas en bien,
pues quitaras así de mi sien
la corona que ciñe de abrojos.

Y a mi pecho volvieras la calma
que otro tiempo gozó placentero,
y hoy le niega el destino severo
insensible a las penas del alma.

No le imites, señora, te ruego,
no te cause placer mi amargura,
y al mirar mi acendrada ternura
no me tomes como él el sosiego.

Que no en vano se postra mi amor
a los pies de la esquiva beldad;
No me digas ¡oh no! por piedad
que me tienes también en horror.

Pues es tal de este amor la vehemencia,
que no obstante el rigor de mi suerte,
yo he jurado por siempre quererte…
a pesar de tu cruda inclemencia.

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