P. A muchas personas les ha llamado la atención el
que Jesús se llamara a sí mismo «Hijo del Hombre» con
tanta frecuencia, siendo como era en realidad hijo de Dios.
R. Tenemos que observar que la expresión «hijo de...»
la aplicaban los judíos a cualquier persona que tenía especial
relación a la cosa a que se dedicaba, o que le caracterizaba;
así a Judas se le llama «hijo del Diablo» a Bernabé
el generoso, se le llama «hijo de Consolación» a los
condenados se les llama «hijos de ira» y a los pacíficos
«hijos de paz».
No es pues extraño que Jesús, que había venido de Dios
en una misión tan especial como era la de salvar a los
hombres, acomodándose al lenguaje de los judíos se llamara
a sí mismo «Hijo del Hombre». No hijo de ningún
hombre en particular, sino del Hombre de un modo genético
o general.
En el libro de Daniel hallamos una referencia especial
a este nombre en un Ser, en figura de hombre, que aparece
al lado de otro Ser llamado «Anciano de días», que era
una representación de la Divinidad. Al Hijo del Hombre
de la visión celestial, dice el texto, que le fue dado «dominio
y gloria y reino para que todos los pueblos, naciones
y lenguas le sirvieran. Su dominio es dominio eterno que
nunca pasará y su reino un reino que no será destruido
jamás» (Daniel 7:13-14).
Evidentemente éste es el Mesías de Israel. Seguramente
las gentes del tiempo de Jesús habían oído explicarlo
muchas veces a los rabinos, en las sinagogas. Al adoptar
Jesús semejante nombre era decir a las gentes que le rodeaban,
no solamente que El había venido con una misión
especial en favor de los hombres, sino que El era el Mesías
profetizado por Daniel.
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