«Púsolo debajo de sierras y de trillos de hierro.»
(2 Sam. 12:31.)
P. Se dice que David fue hombre «según el corazón
de Dios». ¿Cómo, pues, pudo cometer los horrores descritos
en este texto?
En otro lugar la Biblia dice que David fue «hombre
según el corazón de Dios», y en efecto así era cuando trasladó
el arca a Jerusalén, o cuando perdonó generosamente
la vida a Saul. Pero en el preciso tiempo de nuestro texto,
consta por el contexto que era hombre caído e impenitente,
sus obras eran fruto de un corazón tan endurecido
y su visión moral tan oscurecida, que el profeta Nathan
tuvo que despertarle por medio de una parábola que retrataba
su malicia de cuerpo entero, hasta el punto de tener
que decirle «tú eres el hombre».
Ni por un momento queremos defender al caído David,
ni atenuar en lo más mínimo sus crímenes; pero en
interés de la verdad es preciso que digamos que hay manuscritos
de la Biblia que dicen que David puso al pueblo
a sierras (no debajo de sierra), en el sentido de esclavitud,
bajo trabajos forzados de sierras, de trillos de hierro, o
sea, en trabajos de t r i l l a y de hachas, en el manejo de estos
instrumentos para talar bosques.
La nueva revisión de 1977, siguiendo estos manuscritos
antiguos, que no poseía Casiodoro de Reina, porque en su
tiempo no habían sido realizados todavía los profundos
estudios y exámenes lexicográficos que han sido llevados
a cabo en siglos posteriores, traduce: Y los puso a trabajar
con sierras, con trillos de hierro y hachas de hierro, y además
los hizo trabajar en los hornos de ladrillos, y lo mismo
hizo a todas las ciudades de los hijos de Amón. Y volvió
David con todo el ejército a Jerusalén.
Tenemos que decir, en defensa de nuestros grandes
traductores Casiodoro de Reina y de Valera, que ninguna
culpa tenían de que en sus días no hubiesen sido descubiertos
y estudiados los más antiguos manuscritos hebreos,
y tuvieron que servirse de los pocos manuscritos que se
poseían en aquel tiempo, y principalmente de la Vulgata
Latina, que tradujo «debajo de sierras». Lo mismo han hecho,
rectificando la Vulgata de Jerónimo, las mejores traducciones
católico-romanas, como la Biblia de Jerusalén
y la de Nácar y Colunga.
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