El Vaticano es un estado religioso pero nada angelical.
Las revelaciones de documentación interna, un nuevo libro, renuncias y
detenciones en el círculo íntimo de Benedicto XVI lo ponen de resalto
otra vez.
Joseph Ratzinger, el ex cardenal alemán ungido Papa
Benedicto XVI en 2005, estaría llegando al final de su reinado sobre una
grey católica de 1.500 millones de personas. No es sólo por la edad -85
años-, un factor que tampoco lo ayuda, sino por la cantidad de
denuncias que están cayendo sobre él. Éstas no tienen otro modo de
interpretación que valorarlas como expresión de luchas intestinas entre
obispos que se empiezan a pelear por la sucesión del anciano pontífice.
Paradojalmente una de las mayores satisfacciones del último período
se lo proporcionó un país socialista, Cuba, donde estuvo a fines de
marzo. Misas en Santiago de Cuba y la plaza de la Revolución en La
Habana, le permitieron orar ante unas 500.000 personas que lo escucharon
con reverencial silencio. Un afecto similar, nacido del respeto y la
diplomacia, no de los acuerdos ideológicos, recibió de las autoridades.
Fidel Castro –retirado de las funciones de gobierno- pidió reunirse en
privado y tuvo palabras amistosas para con él.
Pero fuera de esa gira y esos momentos tan favorables, el resto de lo
transcurrido de 2012 no ha sido positivo para el Papa. No puede decirse
que las cosas fueran desconocidas o que se descerrajaron de improviso
en mayo. Desde enero pasado se venían conociendo informaciones salidas
del riñón vaticano y que ventilaban situaciones desagradables para esa
autoridad.
Podría decirse que en mayo se precipitaron varios hechos bautizados
como “Vatileaks”, parafraseando los escándalos a nivel mundial desatados
en 2010 con miles de cables secretos develados por WikiLeaks. Estos
dañaron severamente la reputación, de por sí baja, del Departamento de
Estado norteamericano.
El primer escándalo tuvo que ver con el Banco Vaticano, el IOR
(Instituto de Orden Religioso), cuyo presidente, Ettore Gotti Tedeschi,
fue despedido por decisión unánime del directorio. En esa cúpula,
manejada por el Vaticano, hay “expertos externos” de Alemania, España,
Estados Unidos e Italia. Las comillas realzan la condición de banqueros
de estos directivos, posiblemente de misa diaria pero de condición moral
discutible, cuanto menos.
Desde setiembre de 2010 la fiscalía de Roma tenía bajo investigación a
Tedeschi por posible lavado de dinero y giros dudosos de 20 millones de
euros a la JP Morgan de Francfort, Alemania, y a la Banca del Fucino.
El otro investigado por la justicia es el director general del IOR,
Paolo Cipriani.
El IOR tiene triste fama porque ya en 1982 tuvo que ver con la
quiebra del Banco Ambrosiano, cuyo presidente Roberto Calvi apareció
ahorcado bajo un puente londinense. El Vaticano debió poner 241 millones
de dólares para compensar a los damnificados.
Luego de varias reorganizaciones del IOR, en 2009 llegó a su
presidencia Tedeschi, del Opus Dei, puesto por Benedicto XVI para su
“saneamiento”. A juzgar por su despido y la investigación judicial, las
cosas allí son tan opacas como eran los negociados de treinta años
atrás.
Corrupción y algo más
No son enemigos ateos de la Iglesia los que denunciaron el revival de
corrupción en esta nueva ronda. El año pasado el secretario General del
Governatorato de Ciudad del Vaticano, Carlo María Vigani, denunció ante
el Papa la corrupción en su administración, sobre todo en licitaciones
arregladas con empresarios amigos. Vigani fue raleado y “ascendido” a
nuncio en EE UU, bien lejos de Roma, virtualmente exiliado.
A fines de enero de este año sus dos cartas de entonces a Benedicto y
al “canciller”, secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone
fueron difundidas por el canal de televisión La 7.
Bertone puede querer sacar patente de funcionario honesto al impulsar
el despido de Tedeschi del IOR. Pero en la prensa italiana se
publicaron artículos asegurando que el cesanteado quiso dar una
administración más transparente al banco vaticano y por eso tuvo
colisiones con aquel “canciller”. Más aún, aseguran que cuando la
justicia romana puso bajo la lupa al banco, Tedeschi decidió informar y
colaborar con la fiscalía, lo que llevó a un mayor distanciamiento con
Bertone.
El IOR está bajo la lupa de las autoridades bancarias europeas y la
Comisión Europea que en julio deberán expedirse si aquél figurará o no
en la lista de entidades que cumplen con las normas de transparencia
bancaria. Como están hoy las cosas, sería un milagro que logre esa
calificación.
Corroborando que había en circulación mucha y buena información
reservada o secreta del Vaticano, a mediados de mayo se publicó el libro
“Su Santidad. Las cartas secretas de Benedicto XVI”, del periodista
Gianluigi Nuzzi.
En el material se incluía temas de debate del Papa con la canciller
alemana Angela Merkel y el ex primer ministro Silvio Berlusconi, el
pedido de ETA de poder tramitar por intermedio del Vaticano su
proposición de desarme, las cartas referidas a “Los legionarios de
Cristo” y los casos de pederastia y negociados del fundador de esa
orden, el mexicano Marcial Maciel.
Las flechas de Nuzzi dieron en el blanco. Y el afectado, Benedicto
XVI, decidió crear una comisión para investigar de dónde había salido
tanta data interna. Quedó conformada por el cardenal Julian Herranz
(Opus Dei), el cardenal eslovaco Jozef Tomko, ex prefecto de la
Congregación para la Propagación de la Fe, y por el arzobispo de
Palermo, Salvatore De Giorgi.
Esa troika apuntó a Paolo Gabriele, mayordomo del Papa, cuya casa en
ciudad del Vaticano fue allanada por la Gendarmería y él mismo detenido,
al día siguiente del despido de Tedeschi. Según el director de prensa
del Vaticano, Federico Lombardi, Gabriele fue detenido porque en su
domicilio se encontró abundante material probatorio del “hurto” de
información y papeles del Pontífice. Por ese “crimen” contra el Estado
algunos medios dijeron que podría corresponderle una pena de hasta 30
años de prisión. Un poco exagerados los muchachos. Pensar que en
Argentina al genocida brigadier Orlando R. Agosti, golpista de la
primera Junta Militar de 1976, le dieron sólo 4 años y 8 meses de
prisión…
¿Un perejil?
Quizás “Paoletto”, el mayordomo, sea culpable o no, eso lo dirá la
justicia, lástima que no la civil o común de los italianos, sino la
correspondiente a muros adentro del Vaticano. Así podría resultar que
éste es juez y parte.
Es difícil de creer que toda ese robo y ventilación de informaciones
reservadas del Papa haya sido obra de una sola persona. Más bien lo
lógico es pensar en un grupo. Y no parece que el motivo de su actuación
haya sido el lucro o motivos financieros sino otros más bien políticos.
En líneas generales el que queda peor parado es el secretario de Estado,
Bertone, como número 2 del Vaticano. Por supuesto que el propio
Pontífice sale salpicado por las revelaciones, pero como está llegando
al final de su papado, el más damnificado por las filtraciones parecer
ser su actual mano derecha y posible aspirante a la sucesión.
Si el mayordomo resulta ser apenas un “perejil”, su detención y
juicio podría estar ocultando la dura lucha por el poder al interior del
Vaticano, una pugna que es actual y que también se libraría pensando en
un futuro, cuando Ratzinger ya no esté entre los vivos.
Esa hipótesis tiene su razón de ser y tanto con mayor empeño el
vocero de prensa Federico Lombardi se empeña en negarla. “No hay ningún
cardenal, ni italiano ni de otro país, que esté siendo investigado como
algunos escribieron”, dijo Lombardi. Entonces debería haberlos.
Las finanzas vaticanas poco transparentes han sido motivo de varias
investigaciones y publicaciones críticas. El libro mencionado de
Gianluigi Nuzzi es el segundo de su autoría, porque ya había publicado
otro, “Vaticano Sociedad Anónima”, sobre las cuestionadas finanzas del
purpurado.
Un periodista argentino especializado en asuntos de la Iglesia,
Washington Uranga, opinó sobre el escándalo en Página/12 (“El diablo
entró sin golpear”, 29/5). Allí recuerda que “en 1982 el teólogo
brasileño Leonardo Boff, uno de los iniciadores de la teología
latinoamericana de la liberación, publicó un libro titulado Iglesia,
carisma y poder”. A raíz de esa opinión, Ratzinger lo condenó al
silencio y luego Boff colgó los hábitos.
Su semblanza no deja bien parado al Vaticano: “desmoronamiento que no
se reduce al jaqueado poder central del catolicismo, sino que se
extiende a lo largo y a lo ancho del mundo donde cada día surgen nuevas
evidencias de casos de corrupción como los ocurridos con los Legionarios
de Cristo, los casos de pedofilia, los escándalos sexuales, las estafas
y las complicidades en violaciones a los derechos humanos, como acaba
de ratificarse en nuestro país”.
Uranga concluyó: “la olla se sigue destapando en el Vaticano… y huele
a podrido”. Las narices de buena parte del mundo, católicos o no,
huelen lo mismo.
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