¿PUEDEN LOS ESTADOS UNIDOS DETENER A CHINA?

La Revista Foreign Affaire ha llegado a la siguiente conclusión: EUA encarnado en Barack Obama, no es capaz de elegir entre las 2 poderosas fuerzas que imperan(y siempre han imperado), en su idiosincrasia y, por ende, en su política exterior. Una fuerza cree que EUA no pueden mantener su estabilidad mientras que otros regímenes, distintos del estadounidense, existan en el mundo y hay que luchar contra ellos. La otra fuerza cree que sólo con el ejemplo de una próspera América conseguirán lo que pretenden. La Administración de Barack Obama todavía carece de una estrategia clara en política exterior, sino sólo utiliza métodos tácticos. Las desavenencias con China descubrieron esta realidad.


Durante la visita de Barack Obama a Pekín el año pasado, China negó con suavidad la posibilidad de un control conjunto EUA-China sobre la comunidad internacional, idea muy popular en el gabinete estadounidense. Lo más importante de aquella propuesta se oculta tras las palabras: Washington pensaba (y piensa) que un mando conjuntosignifica que EUA dirige y China le sigue. Así que Pekín (Beijing) esperará a que a Barack Obama se le rompa esta ilusión, cosa que, es muy posible que ocurra en un futuro muy próximo... o muy lejano... en cualquier caso, es interesante analizar las razones que han llevado al equipo de Barack Obama a echar a perder unas relaciones con China que, a comienzos de su mandato, eran consideradas como prioritarias para el s. XXI.

El nacionalismo xenófobo y cada vez más estridente de China refuerza el argumento de que está destinada a convertirse en el siguiente gran rival estratégico de los Estados Unidos y, por ende, que Estados Unidos debería empezar a tomar en serio la posibilidad de una guerra con ese país. La combinación de una autocracia continua en Pekín, la reafirmación militante de China a través del Estrecho de Taiwán y en el Mar del Sur de China, así como la creciente influencia del Ejército de Liberación Popular (ELP) “en el desarrollo de la política de seguridad e identidad nacional de China” indican una determinación de desplazar el poderío estadounidense en Asia Oriental y en el Pacífico Occidental.

La política de contener el expansionismo de China Comunista no es nada nueva. Empezó en 1950, cuando la administración Truman ordenó que la Séptima Flota se interpusiera entre China Continental y lo que en ese entonces se conocía como Formosa, para impedir que Mao Zedong se apoderara de dicha isla. Posteriormente la administración luchó contra las fuerzas chinas hasta el estancamiento en Corea. La contención prosiguió durante la década de 1960, cuando las administraciones Kennedy y Johnson intensificaron la intervención militar estadounidense contra el avance del comunismo vietnamés, a la que consideraban un caballo de Troya para el imperialismo chino en Asia del Sudeste. Incluso durante la era del alineamiento estratégico tácito chino-americano contra la Unión Soviética en la década del 70 y comienzos de la década del 80, Estados Unidos insistió en una resolución no violenta de la relación entre Taiwán y China Continental.

Pero la China que Estados Unidos trató de contener durante la Guerra Fría era pobre y de la era pre-industrial y, durante el gobierno de Mao Zedong, periódicamente sufría de agitación política interna. Para Mao, la purificación política siempre fue más importante que la creación de riqueza, y sus nociones de industrialización eran absurdas. Por consiguiente, la economía china permaneció en completo desorden hasta fines de la década del 80. Por otro lado, durante la mayor parte de las dos últimas décadas de la guerra fría, la postura militar de China fue defensiva y su dirección concentrada en la Unión Soviética.

Para muchos China es la nueva potencia mundial en el mundo de la economía, en medio de altibajos permanentes de las economías occidentales.

Con las mayores reservas monetarias del mundo y un crecimiento basado exclusivamente en el comercio exterior, China se sigue proyectando como la potencia económica del Siglo XXI, al que aún no ha despertado totalmente.

En la actualidad las fábricas en China producen el 70% de los juguetes del mundo, el 70% de las fotocopiadoras, el 40% de los hornos microondas y del calzado deportivo, y tiene participaciones crecientes en el mundo de las cintas de video y los equipos de DVD, teléfonos celulares, luz eléctrica y semiconductores y tableros de circuitos. 

China "ya es la segunda economía mundial"
Un funcionario de alto nivel de Pekín dijo que China superó a Japón y se convirtió en la segunda mayor economía del mundo.

El Producto Interior Bruto (PIB) de China ha superado al de Japón en términos nominales después de que el PIB japonés se desacelerará hasta el 0,4% a ritmo anual entre abril y junio y hasta el 0,1% respecto al trimestre precedente. Los datos están muy por debajo de las previsiones.

El PIB japonés en el segundo trimestre fue de 1,288 billones de dólares frente a los 1,33 billones de dólares de China, que podría convertirse este año en segunda economía mundial por delante de Japón. En términos nominales, el PIB retrocedió entre abril y junio un 0,9 respecto al trimestre inmediatamente precedente.

Si se cumplen las previsiones de los analistas, China se haría con el título de segunda economía mundial al cierre del año corriente de 2010, en el que espera crecer en torno al 9%.

Según el Banco Mundial y otras entidades, para 2025 China superará a los EE.UU. y será la mayor economía del mundo.

Aunque el surgimiento de China como rival estratégico está lejos de ser inevitable, es hora de pensar sobre la posibilidad de una guerra futura con China. Los valores políticos fundamentales de Pekín son hostiles a todo lo que representa Estados Unidos; China tiene ambiciones territoriales; su potencial militar es impresionante aunque muy lento; y existen puntos de posible conflicto chino-americano en el Estrecho de Taiwán y en el Mar del Sur de China. Por otro lado, la historia demuestra que la potencia e influencia relativas que actualmente disfruta Estados Unidos en todo el mundo inevitablemente declinará en algún momento. Ese punto puede ocurrir dentro de 50 ó 200 años, pero llegará—porque ninguna gran potencia dura para siempre.










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