Alemania vende sus iglesias

La venta de iglesias católicas y templos evangélicos en Alemania obedece a una ley categórica que impera en el capitalismo. Sin dinero y sin fieles, las naves religiosas pierden su razón de ser y las autoridades deben vender los edificios donde antiguamente se predicaba la palabra divina. Según estadísticas oficiales, actualmente hay en Alemania un 10% menos de católicos y un 17% menos de evangélicos de los que había a comienzos de los años noventa.

Pero la venta también dejó al desnudo un fenómeno que nunca ha terminado de ser aceptado por los fieles y que provoca inquietud. La gran mayoría de las iglesias que se venden son convertidas en atractivos restaurantes, pistas de baile, gimnasios y oficinas de lujo como ocurrió con la iglesia evangélica Stephanuskirche, en el elegante barrio Eimsbüttel de Hamburgo, o con el monasterio de Geistingen, cerca de Colonia, que fue transformado en un lujoso complejo de viviendas.

La metamorfosis de los templos religiosos en centro de consumo o en oficinas de lujo, que había sido aceptada de mala gana por los fieles, provocó recientemente una terrible polémica en Hamburgo, una ciudad rica, culta, liberal, tolerante y que está orgullosa de ser, como reza uno de sus lemas más conocidos, "una puerta abierta al mundo".

La famosa tolerancia hanseática se hizo trizas cuando la población se enteró, a comienzos de febrero, que la iglesia evangélica Kapernaum ubicado en el barrio Hamburgo-Horn, y que aún luce una torre de 44 metros de altura, había sido adquirida por una comunidad musulmana, para convertir el histórico edificio en una mezquita.

La comunidad musulmana turca Al-Naour dará a conocer a la opinión pública en breve los planes que tiene para remodelar su interior y ya ha prometido que la fachada seguirá siendo la misma y que la famosa torre no será convertida en un minarete. "Lo que fue una casa de Dios, seguirá siendo una casa de Dios", dijo Daniel Abdin, el líder de la comunidad. "La casa estará abierta a todos los que deseen visitarla".

El edificio había dejado de funcionar como templo religioso en 2002 a causa de un mal que aqueja a la Iglesia evangélica y a la católica por igual. Más de 100.000 creyentes cada año dejan de asistir a los servicios religiosos y, más grave aún, dejan de pagar el diezmo. El templo de Hamburgo-Horn fue adquirido en 2005 por un empresario que prometió transformarlo en un parvulario. El proyecto nunca prosperó y, a fines de 2012, la comunidad Al-Naour, adquirió el edificio.

El negocio inmobiliario acabó con la convivencia pacífica entre cristianos y musulmanes en la tolerante y hermosa ciudad de Hamburgo y contagió al país con una polémica inédita que amenaza con envenenar las, de por sí, delicadas relaciones interreligiosas entre el mundo cristiano y el musulmán, en un país donde viven más tres millones de personas que rezan al profeta: ¿Permiten las reglas que rigen la vida de los evangélicos y católicos, convertir un templo en una mezquita?.

La Iglesia evangélica reformó sus estatutos y el año 2007 prohibió esa posibilidad, pero la medida no afectó a la venta del templo en Hamburgo. Los contratos de compra-venta de templos que firma la Iglesia católica incluyen, desde 2003, una cláusula que impide la transformación de un templo en una mezquita.

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