La crisis en torno a las islas Diaoyu (Senkaku, en japonés) desató el pronunciamiento de amenazantes declaraciones bélicas tanto en la prensa china, como nipona que instaron al empleo la fuerza armada para reafirmar la soberanía de cada uno de estos dos países sobre las islas en litigio.
En realidad, la crisis está muy lejos de concluir en un conflicto armado, y las partes procuran impedir que los acontecimientos conduzcan a una guerra. China evita enviar a las islas no sólo buques de la Armada, sino también guardacostas que se subordinan al Ministerio de Seguridad Pública, porque el envío de buques de guerra pueden ser interpretados como un gesto de agresión, y provocar de forma ocasional, el estallido del conflicto.
En fin de cuentas, las autoridades chinas enviaron a las islas buques de control marítimo, subordinados a la Dirección Nacional de Oceanografía de China. Estos buques poseen solo armamento ligero. Dichos buques no pueden ejercer una influencia notable sobre el desarrollo de la situación, aun cuando sus capitanes tomen tal decisión. Por otra parte, constituyen una excelente herramienta para hacer ostentación de la soberanía china sobre las islas en cuestión.
China tiene muy en cuenta que Japón tiene suscrito un tratado de seguridad con EEUU que incondicionalmente establece el apoyo militar al país del Sol Naciente en caso de que se vea ante algún conflicto. Aparte de la falta de condiciones políticas, de momento, China tampoco dispone del poderío naval suficiente para establecer su control sobre las islas Diaoyu.
Hasta la década de los años ochenta, China dio prioridad al desarrollo de las tropas terrestres. La estructura de la marina china se basó en la concepción de la defensa activa del litoral y su misión fundamental consistió en impedir un eventual desembarco naval estadounidense o soviético en el territorio chino.
En los fundamental, la marina de China estaba compuesta por lanchas lanzamisiles y torpederas, submarinos obsoletos, artillería y misiles costeros también obsoletos. En consecuencia, no pudo acumular la debida experiencia ni tampoco instruir a sus hombres para actuar en alta mar sin el apoyo de la aviación y sistemas de artillería costeros.
A mediados de los años ochentas, maduró la idea de fomentar y modernizar la marina, propuesta que empezó a materializarse tan solo en la segunda mitad de los noventas. Las fuerzas navales recibieron buques relativamente modernos sólo en los últimos años.
Por su nivel tecnológico, la Armada china está muy rezagada respecto a la nipona. La nipona es una de las Marinas más fuertes del mundo. Su cualidad más fuerte es la lucha antisubmarina, ámbito en que China anda muy floja.
Por el número de efectivos, las Fuerzas Armadas de China superan notablemente a las del Japón, destaca el capitán de navío Konstantin Sivkov, primer vicepresidente de la Academia de problemas geopolíticos: en tiempo de paz, el ejército chino cuenta 2,5 millones de efectivos; el japonés, unos doscientos cincuenta mil. Pero la guerra por las islas Senkaku se libraría fundamentalmente con empleo de las fuerzas navales y la aviación.
En caso de que el conflicto realmente estalle, terminaría con una humillante derrota de la aviación y la armada chinas. La mayoría de los expertos coinciden en que actualmente, las Fuerzas Armadas de Japón poseen una enorme ventaja sobre las FFAA de China en dotación técnica e instrucción del personal.
Tampoco cabe atribuir mucha importancia al recién modernizado portaaviones “Variag” que a corto plazo, difícilmente podrá cumplir misiones de combate. La experiencia del desarrollo de la flota oceánica soviética en los años sesentas y setentas del siglo pasado evidencia que esta labor debe realizarse ininterrumpidamente a lo largo de varios años para que aporte resultados concretos. China necesita una flota fuerte para proteger vías marítimas y sus propias aguas territoriales, pero esta labor requiere tiempo y trabajo.
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